23/11/2021 - Covid-19
Se han analizado datos de las más de 90.000 personas diagnosticadas con COVID-19 en Cataluña hasta el mes de julio del año pasado. Más de un 6% habían sufrido un ictus en algún momento antes del contagio. Las personas de menos de 60 años que han sufrido un ictus antes de contraer la COVID-19 tienen tres veces más riesgo de morir que las que no han sufrido esta patología. Este riesgo cae a 1,3 veces en personas de entre 60 y 80 años y no es significativo en aquellas de más de 80 años. Los investigadores apuntan que hay que tener en cuenta este hecho a la hora de establecer las prioridades de vacunación contra la COVID-19. El trabajo lo publica la revista Stroke y es el primer estudio de este tipo en el Estado y uno de los primeros del mundo.
Tener menos de 60 años y haber sufrido algún tipo de ictus incrementa tres veces el riesgo de morir después de sufrir la COVID-19. En el caso de las personas de entre 60 y 80 años, este riesgo continúa siendo 1,3 veces más alto que las personas del mismo grupo de edad que no han sufrido un ictus. Es la conclusión del primer estudio poblacional sobre la relación entre la mortalidad después de sufrir la COVID-19 y el hecho de haber sufrido un ictus realizado en el Estado, y uno de los pocos hechos hasta ahora en el mundo. Son responsables de él médicos y médicas e investigadores e investigadoras del Servicio de Neurología del Hospital del Mar y del Grupo de investigación Neurovascular del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM-Hospital del Mar). Lo publica la revista Stroke.
El estudio ha analizado datos de todas las personas infectadas por el coronavirus SARS-CoV-2 en Cataluña entre el 1 de febrero de 2020 y el 1 de julio del mismo año, gracias al programa de analítica de datos para la investigación y la innovación en salud (PADRIS), que gestiona la Agencia de Calidad y Evaluación Sanitarias de Cataluña (AQuAS) del Departamento de Salut de la Generalitat. En total, 91.629 persones, de las cuales, 5.752, el 6,27%, habían sufrido un ictus antes de la infección. De estas, el 30% murió después de sufrir la COVID-19, ante el 9% en el grupo de pacientes que no había sufrido un ictus antes de contraer la enfermedad. A todas las personas analizadas se les hizo un seguimiento hasta final del 2020.
"Todo indica que el hecho que se incremente la mortalidad después de la COVID-19 en este colectivo es a causa del hecho que sufren un mayor grado de discapacidad derivado del ictus, es decir, tienen, entre otros, problemas de movilidad con lo cual, en el caso de una infección, es más probable que ésta sea más grave a nivel respiratorio, ya que tienen más problemas para ventilar o tragar", explica la Dra. Elisa Cuadrado, médica adjunta del Servicio de Neurología, autora principal del trabajo e investigadora en el IMIM-Hospital del Mar. Por lo tanto, "es la discapacidad secundaria al ictus la que creemos que hace que tengan un riesgo más alto de sufrir una infección por COVID-19 más grave y de morir después de sufrirla o de tener más complicaciones derivadas de la infección", concluye la Dra. Cuadrado.
De izquierda a derecha, Angel Ois, Elisa Cuadrado Godia, Uxue Lazcano, Ana Rodriguez Campello y Jaume Roquer.
Más riesgo en pacientes de menos de sesenta años
El trabajo concluye que, contrariamente a lo que se podía esperar, el riesgo es más alto en el colectivo de personas más jóvenes que han sufrido un ictus, las de menos de 60 años. También es alto en el grupo entre los 60 y los 70 años, y no es significativo en las de más de 80 años, seguramente a causa del hecho que sufren otras enfermedades crónicas. Por contra, no se han encontrado diferencias entre hombres y mujeres.
A la vez, el riesgo es más alto si se ha sufrido previamente un ictus hemorrágico, un tipo de accidente cerebrovascular que provoca más secuelas. En este colectivo, el riesgo se eleva a cinco veces más entre las personas más jóvenes, y se mantiene dos veces más alto en las que tienen entre 70 y 80 años. En el caso de aquellas que han sufrido un ictus isquémico, el riesgo es tres veces más alto si se tienen menos de 60 años, y 1,3 veces más alto entre las persones que tienen entre 70 y 80 años. Respecto a los pacientes que han sufrido una hemorragia subaracnoidea, el riesgo es cinco veces más alto entre los más jóvenes, al tratarse de un tipo de accidente cerebrovascular más habitual en personas de esta horquilla de edad. En casos de ictus transitorios, más leves y que pueden provocar menos secuelas, no se ha detectado un incremento del riesgo de mortalidad. Los investigadores también pudieron determinar que el tiempo pasado entre el momento de haber sufrido el ictus y la infección por COVID-19 influye en este riesgo, siendo más elevado en casos más recientes.
Por todo ello, los investigadores defienden que se tiene que priorizar el colectivo que ha sufrido algún tipo de ictus y tiene menos de 60 años en las políticas de vacunación contra la COVID-19. "Una persona de menos de 70 años que ha sufrido un ictus previo al contagio de la COVID-19, que tiene una discapacidad provocada por esta patología previa, tiene que ser considerada población de riesgo y priorizada en la planificación de la vacunación contra esta enfermedad", apunta el Dr. Àngel Ois, último firmante del trabajo, médico adjunto del Servicio de Neurología y también investigador del IMIM-Hospital del Mar. Por otra parte, el Dr. Jaume Roquer, jefe del Servicio de Neurología y coordinador del Grupo de investigación Neurovascular del IMIM-Hospital del Mar, añade que "los datos de este estudio son una nueva evidencia de la importancia social y sanitaria de la enfermedad cerebrovascular y de la necesidad de seguir mejorando en la prevención y en el tratamiento de esta patología".
El estudio es fruto de uno de los sesenta proyectos presentados en la priorización de proyectos del programa PADRIS. Como destaca Uxue Lazcano, primera firmante del trabajo e investigadora del IMIM y de AQuAS, "ha sido muy interesante pasar del diseño del proyecto basado en las carencias que tenían los estudios hechos previamente, a la extracción de datos "vivos" en plena pandemia. Hemos vivido la sinergia del mundo más aplicado/clínico, de la mano de la Dra. Cuadrado y el Dr. Ois, con su amplia experiencia en el tratamiento del ictus y la experiencia que teníamos desde el PADRIS en estudios con datos actuales de la COVID-19, para poder llevar a cabo un estudio de gran calidad con datos poblacionales".
Artículo de referencia
Uxue LazcanoMSc, Elisa Cuadrado-GodiaMD, PhD, María GrauMD, PhD, Isaac Subirana, MStat, PhD, Elisenda Martínez-Carbonell, MStat, Marc Boher-Massaguer, MSc, Ana Rodríguez-CampelloMD, PhD, Eva Giralt-SteinhauerMD, PhD, Isabel Fernández-PérezMD, Jordi Jiménez-Conde, MD, PhD, Jaume RoquerMD, PhD, Ángel OisMD, PhD
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